Cañada Rosal

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Bajo el reinado del monarca español Carlos III, y dentro del espíritu reformista e ilustrado del Siglo XVIII, se intenta llevar a cabo una empresa, una experiencia nueva y distinta: poner en marcha en Centroeuropa un movimiento de propaganda y reclutamiento de gentes, para poblar tierras españolas.
Ceferino Ximenez, director de la Nueva Población de la Luisiana, escribió una carta a Don Fernando de Quintanilla, subdelegado de las Nuevas Poblaciones de Andalucía, en la que le informaba de la existencia de una "porción de tierras" que sería recomendable ocupar y poblar, se comenzó así, la creación de un pueblo que sería llamado y conocido con el nombre de CAÑADA ROSAL.

La fundación de este pueblo se incluye en el programa ideado por el ministro Campomanes y por el Superintendente de las Nuevas Poblaciones Pablo Olavide, recogido en el Fuero de las Nuevas Poblaciones, amplio manual éste donde se recoge con detalle todos los pormenores de la colonización de estas tierras.
El aventurero bávaro Thürriegel se encargó de reclutar colonos de Alemania, Francia, Italia, Suiza, Austria y Países Bajos; así como José Antonio Yauch que trajo la mayoría de las familias extranjeras que poblarían Cañada Rosal y el municipio de la Luisiana.
Muchos fueron los problemas y penalidades que tuvieron que sufrir estos colonos. Cuando llegaron, las viviendas aún no estaban construidas y el poner en cultivo unas tierras baldías e incultas, bajo un sol de cuarenta grados, no era una tarea nada fácil.
Hombre y mujeres, con apellidos que sonaban tan raros a los naturales del lugar, como: Hebles, Duvisón, Fílter, Hans, Delis, Rúger... con unas características diferentes, empezaron a llegar esperando encontrar el Paraíso del sur de España.

A cada colono le fue entregado una suerte de 56 fanegas de tierra, un arado, yunta, aperos de labranza, granos, dos vacas, cinco ovejas, cabras, gallinas, un gallo y una puerca de parir.

Apenas iban llegando, la enfermedad se iba apoderando de ellos. Ésta fue acabando desde el verano de 1769 hasta el verano de 1770 con la mayor parte de la población extranjera. Su lugar lo iban ocupando los vecinos de las poblaciones de Écija, Fuentes de Andalucía, La Campana y otras familias españolas venidas de distintos puntos de nuestra geografía. A todo esto, se une el comportamiento de caciques y latifundistas de Écija (a los que se les arrebató la tierra) y que mandaron queman cosechas y chozos de los colonos, provocando esto que, muchos de ellos quisieran volver a sus países de origen. Pero ya tarde para esto deberán enfrentarse a esta precaria situación para intentar adaptarse y sobrevivir.

Así, poco a poco, y gracias al trabajo realizado, se consigue transformar estas tierras estériles y baldías en tierras verdes y productivas.

Derogado 67 años después el Fuero de las Nuevas Poblaciones, por Doña María Cristina, viuda de Fernando VII, La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal se integran en la provincia de Sevilla y se constituyen como único Municipio, hasta el 27 de agosto de 1986, donde se produce la segregación de Cañada Rosal.
Ciudades cercanas:
Coordenadas:   37°35'45"N   5°12'23"W

Comentarios

  • Los genes se pueden deducir de la abundancia de personas pelirrojas, rubias y con ojos azules que proliferan en esas zonas. En el censo actual de Cañada Rosal (Sevilla), con 3.059 habitantes, hay 118 personas cuyo primer apellido es Filter, 94 Ruger, 91 Hans, 51 Hebles y 48 Delis. Muchos más son los que tienen segundos apellidos de aquellos pobladores. Aproximadamente la mitad de los actuales cañadarrosaleños descienden de ellos. En otros pueblos de colonización abundan los Wic (de Würth), como en El Garabato; Hans en La Luisiana; Pigner, Baxter, Rull y Uber en Campillos; Rider y Petidier (de Petit Didier), en San Sebastián de los Ballesteros; Galiot, en La Chica Carlota y Las Pinedas; Ots, en Arrecife; Reiffs, Hamer, Clat (de Claude), Chofle (de Schöffer), Chups (de Schüpp), en La Carlota... En la aldea del Rinconcillo, antes conocida como Los Valencianos, abundan los Mengual, Pons y Castell. Hasta fechas recientes, los habitantes de esas poblaciones no sabían de su origen centroeuro-peo.A lo sumo eran conscientes de portar apellidos raros, poco comunes. Y sin embargo, en algunos pueblos conservan la costumbre, el Domingo de Resurrección, de pintar huevos cocidos con vivos colores y exhibirlos en las calles en bolsas de croché. Su origen se remonta a la tradición suiza de la Pascua. En pueblos como Herrería y Fuente Carreteros (Córdoba) siguen conmemorando el día de los Santos Inocentes con los bailes de los Locos y del Oso, ambos de origen tirolés. En ellas les sorprendió el rigor del verano de 1767, en el que los destinados a la comarca de Écija descubrieron que acababan de establecerse en la sartén de Andalucía. Las condiciones de vida eran tan extremas que cinco o seis años más tarde había muerto la mitad de los colonos. Una epidemia de paludismo ocurrida el primer año de su llegada segó la vida de más de 300 en Sierra Morena. La situación obligó a las autoridades a atraer nuevos cupos de colonos, esta vez procedentes de Valencia.
Este artículo fue modificado por última vez hace 14 años