Algodonales

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La fertilidad de la tierra y la abundancia de agua parecen ser los dos factores explicativos del origen del actual municipio de Algodonales, que hoy constituye la entrada septentrional del Parque Natural Sierra de Grazalema y considerado un paraíso para la práctica del vuelo libre. Sus primeros asentamientos humanos, de época neolítica, tuvieron lugar en los abrigos naturales de Cueva Santa, Chamusquina y Castillejo, a los que hay que añadir las posteriores fortificaciones ibéricas del Cerro de la Botinera.
Fueron vecinos de la cercana Zahara quienes a comienzos del siglo XVI empezaron a colonizar una vega extendida a los pies de la sierra de Líjar, en la cuenca del río Guadalete, que al poco tiempo, con la agrupación de las primeras casas, se convirtió en la puebla de los Algodonales, denominación con la que el núcleo fue conocido durante toda la Edad Moderna.
El hecho de que muchas de las viviendas de los colonos que se fueron agregando se construyeran en terrenos comunales provocó la protesta del núcleo matriz, con el que disputaba el control del agua y los pastos. El Concejo de Zahara emprendió a mediados del siglo XVI un pleito ante el señor de estas tierras, el duque de Arcos, y decidió derribar las casas de la aldea. Pese a esta devastación, en el año 1566 adquirió el rango de aldea, obteniendo la bula papal para construir una iglesia bajo la advocación de Santa Ana. El templo actual, fundado en 1784 y obra del arquitecto José Álvarez, es el edificio emblemático de Algodonales y está situado en el centro neurálgico de la villa.
No fue aquella del siglo XVI la única destrucción que registra la historia de Algodonales. Durante la Guerra de la Independencia, en 1810, las tropas francesas incendiaron el núcleo, dando muerte a casi una décima parte de su población. El escudo actual del municipio (una casa incendiada) refleja la tragedia sufrida por sus habitantes en aquel conflicto. Precisamente, el comportamiento heroico de los defensores de la puebla frente al ejército napoleónico fue el argumento que esgrimieron para exigir su segregación respecto de Zahara de la Sierra. En 1817, el rey Fernando VII otorgó a Algodonales el título de villa y un término propio de 23.000 fanegas. Hoy día se compone del núcleo principal y la pedanía de La Muela.
Algodonales es uno de los municipios más extensos de la comarca de la Sierra de Cádiz. Posee 135,5 kilómetros cuadrados de superficie, la mitad, de uso forestal. Situada a 370 metros sobre el nivel del mar y emplazada a las faldas de la sierra de Líjar (cuya cota más elevada es de 1.051 metros), el término es regado por los ríos Guadalete y Guadalporcún.
Su población de derecho actual es de 5.680 habitantes, según los datos del Instituto de Estadística de Andalucía referidos al año 2000. De éstos, 2.923 son hombres y 2.757 mujeres. Esta cifra es inferior a la registrada en el censo de 1981, fecha en que Algodonales tenía 5.820 habitantes. Curiosamente, el número de habitantes es hoy prácticamente similar (en realidad, algo inferior) al registrado a principios de siglo. En 1900 Algodonales lo componían 5.798 habitantes. La población fue aumentando hasta mediados de siglo. En 1950 registraba 8.814 habitantes. A partir de entonces se constata una evolución demográfica descendente.
En la base de esta evolución está el fenómeno de la emigración. La mano de obra que no halló salida laboral en su pueblo se vio obligada a buscar empleo en el extranjero y en diferentes zonas de España. En los datos estadísticos constan 127 emigrantes y 79 inmigrantes. El incremento de la población es, pues, negativo, y se cifra en -0,19.
Estos datos dan lugar a considerar la existencia de una baja tasa de actividad (que está en función del grupo de población en edad de trabajar).
Desde el punto de vista económico, constan oficialmente 229 establecimientos con actividad empresarial, de los que 163 tienen menos de cinco trabajadores; ocho tienen entre seis y 19; de 58 no constan datos. No hay ninguna empresa con más de 20 empleados. Están registrados 308 parados.
En el sector primario, 2.897 hectáreas se dedican a cultivos herbáceos y 2.889 a cultivos leñosos.
Otros datos de interés indican que hay 1.255 turismos, 1.045 líneas telefónicas fijas y 2.346 viviendas familiares. La renta media declarada en el IRPF último es de 1.501.608 pesetas.
El agua es un recurso muy abundante en Algodonales. El Diccionario de Madoz, obra del siglo XIX, aludía a las 12 fuentes de agua dulce y perenne por donde aflora el líquido desde los cursos subterráneos de la sierra: La Higuera, Algarrobo, Alta, Higuereta, Cabeza, Chorrito, San José, Dornajo, Cristóbal Gómez, Zapata, Muela y Víboras. En el centro del pueblo se ubica una de estas fuentes, denominada Algarrobo y que está formada por 12 caños dorados que manan desde tiempo inmemorial. Junto a ésta se encuentran los Lavaderos, utilizados por la población antiguamente para el lavado de la ropa.
Algodonales, circundada por huertas de naranjos, membrillos y granados, se sitúa a las faldas de una loma de olivos. Desde el punto de vista de las comunicaciones, está ubicada en un punto estratégico de enlace entre los ejes Cádiz-Granada y Sevilla-Costa del Sol.
La actividad del parapente y el ala delta tienen en Algodonales un punto de referencia nacional en el ámbito de estos deportes.
En la actividad artesana, destaca la fabricación de guitarras del taller de Valeriano Bernal.
El Cerro de la Botinera (Algodonales) se encuentra incluido dentro del programa ARQUEOSIERRA, perteneciente a la "Ruta Arqueológica de los Pueblos Blancos de la Sierra de Cádiz" promovida por la Mancomunidad de Municipios de la Sierra de Cádiz.
En la cumbre de un pequeño cerro situado a la vertiente oriental de la Sierra de Lijar, este importante yacimiento arqueológico pertenece a un asentamiento de época ibero-romana (siglo II a. C- II d. C), datable al menos en estas fechas por los materiales arqueológicos, fundamentalmente fragmentos de cerámica ibéricas y romanas que pueden observarse en superficie. Se trata de un "oppidum", poblado fortificado, que conserva parte del trazado de la muralla ciclópea.
Con una elevación de más de 500 m sobre el nivel del mar, presenta condiciones estratégicas formidables para su defensa ya que presenta laderas muy escarpadas, además del levantamiento de la muralla en todo el perímetro del Cerro. También tiene gran importancia el papel de las comunicaciones ya que se divisan los principales asentamientos del territorio, como son Pruna, Olvera, El Gastor, Zahara e incluso Acinipo.
A unos dos kilómetros al norte, en el término de Olvera (en la finca Vistalegre, cortijo de Lijar) se recuperó un cipo reutilizado en una villa bajoimperial con una inscripción que hace referencia a la ciudad ibero-romana de SAEPO:
"En honor del Emperador César Nerva Trajano, hijo del divino Nerva, Óptimo, Augusto, Germánico, Dácico, Pártico, Pontífice Máximo, en su decimoctava potestad tribunicia, aclamado Emperador por décima vez, cónsul en seis ocasiones, y Padre de la Patria, la República de los Saeponenses erigió una estatua por decreto de los Decuriones".
Plinio la sitúa en el Conventus Hispalensis y en la "región" Céltica, citándola entre las ciudades sometidas al pago de tributo, las civitates stipendiariae. También habla de otra ciudad con nombre parecido, Vsaepo, aunque la incluye en el Conventus Gaditanus.
En la Dehesa de la Fantasía, cerca de Cortes de la Frontera, se encontraron inscripciones dedicadas por la Res Publica Vsaeponensium a varios emperadores. Durante mucho tiempo se pensó que las dos citas de Plinio correspondían a una misma ciudad, hasta el descubrimiento del pedestal de Olvera. Se trata de dos ciudades distintas ubicadas donde Plinio decía, una al Norte en el Conventus Hispalensis y otra mucho más al sur en el Gaditanus.
La presencia de importantes restos de época ibérica y romana de entidad han hecho pensar que en el Cerro de la Botinera estuviese ubicada la Saepo de Plinio.
Se pueden apreciar diferentes restos de muros pertenecientes a construcciones, sobre todo de época romana alto-imperial (bóvedas de hormigón caídas, construcciones de piedra y ladrillo, cisterna. En toda la ladera del cerro se pueden contemplar, igualmente, grandes cantidades de materiales constructivos. Destaca la variedad del mismo, ladrillos para muros, pavimentos, tégulas de diferentes secciones, ímbrices, ladrillos para termas, para columnas, etc.
La Muralla Ciclopea
Desde la zona denominada La Era podemos contemplar el trazado de la muralla o estructura que rodea la zona alta del Cerro que defendía el poblado ibérico en época de conflictos. Por medio de un paramento exterior de grandes piedras asentados en seco y en hiladas irregulares, y otro interior al que se adosan los muros que formarían parte de las viviendas. El hueco entre los dos se encuentra relleno de cascotes.
Las Cisternas
Las dos construcciones principales cuyos restos emergen son cisternas, de época romana que almacenarían agua de lluvia. Se conservan restos de muros de opus incertum y opus signinum que formarían parte de la cubierta abovedada. Una casa de principios de siglo reutilizó el muro de una de ellas, estructura que podemos observar frente a la Era.
La vivienda romana
Se ha realizado un sondeo en una zona de hábitat apareciendo numerosos restos de cerámica común, sigillata, material de construcción y pesas de telar, que nos hablan de la vida cotidiana de sus ocupantes.
Su economía se basaría en la explotación agrícola-ganadera y forestal y en los contactos comerciales que nos sugieren las monedas entregadas al Museo de Cádiz: Carmo, Corduba, Carteia, Gades, Acinipo y Cartago Nova. Los molinos de mano para molturar el trigo son también indicio de la explotación del terreno, que reflejan el predominio del cereal en los cultivos y el carácter complementario del olivo.
Estas actividades se han seguido manteniendo hasta mediados del siglo XX, encontrandose al pie del Cerro de la Botinera una era de piedra circular, de principios de ese siglo, con un vistoso trazado en la que se han reutilizado ladrillos romanos y algún sillar.
El paraje que rodea el yacimiento presenta gran interés desde el punto de vista medioambiental : la subida serpenteante por senderos nos revela la magnifica riqueza natural del entorno, a la sombra de encinas, acebuches y algarrobos, con zonas de matorral y bosque mediterráneo. En este paisaje se distinguen infinidad de especies animales (cabra montesa, búho real, águila perdicera, buitres, perdices, conejos, etc.) acompañado con hermosas vista de la Sierra de Lijar, Libar, Zaframagón, por lo que a la ruta arqueológica se asocia una ruta verde en Botinera.
Ciudades cercanas:
Coordenadas:   36°52'53"N   5°24'20"W
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