Molino de Ramos o de la Huerta

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Sorprende sobremanera a quien se adentra en la llana campiña ecijana encontrarse con ciertos hitos monumentales de tamaño medio o pequeño que antaño fueron molinos de aceite. Son los únicos testigos que quedan de un pasado, no muy remoto, en el que el olivar ocupaba incontables aranzadas de terreno. Es el caso del edificio que nos ocupa, el Molino de Ramos, cuya fábrica ¿de mediano tamaño¿ se conserva un buen estado, con algunas reformas de principios del siglo XX. Está ubicado al pie de la carretera nacional IV, a la altura de La Luisiana y muy próximo al arroyo Balcones, en un entorno donde abundan los molinos.
En fachada se muestra con claridad la diversidad espacial y el carácter fundamental del área productiva, ya que en ella destaca el volumen de la almazara. A pesar de su movida volumetría, nos ofrece una línea armonizada, constituida por la portada, de sencillas trazas arquitectónicas y decorada con pintura mural; la entrada independiente de la capilla, que se enfatiza con la espadaña; así como otros huecos correspondientes al señorío. La nave de la almazara se desarrolla en sentido perpendicular a la fachada principal. En el perfil de la edificación resalta la torre contrapeso, que se eleva imponente sobre un inclinado y prolongado faldón de la cubierta. El volumen de esta nave lateral supera el plano de la fachada, lo que acentúa su volumetría y hace más presente, si cabe, a la almazara.
Entre las fachadas interiores del Molino de Ramos la más llamativa es la del señorío, dominada por una galería que apoya sobre finos fustes de hierro, a la que se abren las habitaciones de la vivienda de los caseros. Esta imagen es indudablemente urbana, asemejándose a las galerías de los humildes patios de vecinos. En la distribución interior existen algunos detalles que reflejan la antigüedad de la vivienda, como los arcos de medio punto que separan algunas habitaciones.
Especialmente destacable es la capilla, que se mantiene en un impecable estado de conservación. En el interior presenta cierta complejidad compositiva, ya que posee un coro elevado a los pies, con antepecho decorado con balaustres de madera. Otro elemento destacable es el retablo, que datamos en la segunda mitad del XVIII, con molduras rococó. Los lienzos que lo decoran pudieran fecharse entre esa centuria y el XVII. Representan a san Jorge, san Rafael, san Pedro, san Pablo y el Calvario, obras todas que podrían atribuirse a un artista de la escuela sevillana. También merecen ser citados dos bustos, quizás de terracota, de una Dolorosa y un Ecce Homo, que podrían vincularse con la escuela de los hermanos Gómez. Asimismo granadina es la pequeña Inmaculada que complementa este deslavazado programa iconográfico.
El conjunto incluye otras dependencias de menor porte destinadas a la estabulación del ganado, entre las que destaca una zahúrda exenta.