Santuario de Regla (Chipiona)
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fuerte, monasterio, sitio interesante
El Santuario de Regla en Chipiona se levantó sobre la antigua fortaleza de los Ponce de León en el siglo XIV, restaurado en el XVII y acabado entre 1835 y 1882, fue luego acondicionado por la comunidad de franciscanos misioneros levantándolo de sus ruinas con la ayuda de los Duques de Montpesier.
Orígenes del Monasterio y evolución Histórica.
Para realizar una aproximación histórica al Santuario de Regla es preciso remontarse a los comienzos del siglo XIV. En 1303, fecha de la que arranca el patronazgo de los Ponce de León sobre este monasterio. La hija de Alonso de Guzmán, Isabel, recibe como dote en su matrimonio con Hernán Pérez Ponce de León, las villas de Rota y Chipiona, y ésta con la fortaleza de Regla y su ermita. Pero será a finales de esta centuria, en abril de 1399, cuando se feche la fundación del Monasterio de Santa María de Regla: la "Carta de Donación" por la que D. Pedro de León cede a Fray Gonzalo de Córdoba la ermita donde estaba la Virgen, probablemente a cargo de mojes agustinos desde hacía tiempo.
El número de religiosos que albergaban crecía con el paso del tiempo y las necesidades devocionales de la villa también. Esto motivó que a mediados del siglo XV y bajo el patronazgo del Duque de Arcos, D. Rodrigo Ponce de León, el edificio se ampliara. A la pequeña iglesia de tres naves (con orientación opuesta a la actual) se añadió por su lateral izquierdo un patio mudéjar abierto (el llamado actualmente de los Plátanos) emplazado sobre el antiguo patio de armas del castillo. De esta centuria conocemos el nombre del cantero, Juan de Porras, relacionado con las obras del refectorio. Asimismo tenemos constancia del auge devocional del santuario.
Durante los siglos XVI y XVII, se construyó un patio en la fachada abierta al arenal para hospedar a peregrinos y se habilitaron caballerizas para animales. También se modificó el claustro mudéjar: yeserías cubriendo sus bóvedas y exvotos, y cuadros devotos decoraron sus muros laterales. El cierre de este claustro fue tarea posterior, así como su revestimiento con azulejos en las cuatro galerías.
El último cuarto del siglo XVIII el monasterio sufre una remodelación que afecta, entre otras obras, a la construcción del piso superior del claustro y la escalera principal.
En esta centuria se funda una Casa de Estudios a cargo de la Orden Agustina, pero también hay que citar algunos reveses sufridos por el monasterio. Por ejemplo, a los asaltos corsarios del siglo anterior hay que añadir ahora las amenazas de la escuadra inglesa y los destrozos provocados por el maremoto de 1.755. Y a los legados de los Duques de Medina Sidonia y Arcos del siglo XVII le sucede una etapa de declive de donativos nobiliarios, en contraste con el incremento del fervor popular y la vitalidad devocional que experimenta el santuario.
A lo largo del siglo XIX atraviesa penosas circunstancias históricas entre las que destacamos los desperfectos y expolios a raíz de la invasión francesa de 1.808 y la exclaustración de los monjes agustinos en 1835 tras la desamortización de Mendizábal. La propiedad del edificio y todos sus bienes.
Aspectos Artísticos
Los restos más antiguos conservados pertenecen al primitivo claustro conocido actualmente como Patio de los Plátanos. Corresponde a la época dorada de los Ponce de León y puede ser fechado a mediados del siglo XV. Es de estilo gótico-mudéjar y en su primitiva traza contemplaba una única planta. Las galerías se abrían mediante arcos apuntados que apeaban en pilares entre contrafuertes y las cubiertas de los corredores se solucionaban con bóvedas de aristas. El pavimento, de losas de Tarifa, se conserva desgastado y el centro se ubica una aljibe fechado 1460 sobre el que en el siglo XVII se colocó un pedazo de brocal italiano. La originaria austeridad de este claustro sintonizaba perfectamente con la desornamentación propia de un santuario fortificado como debió ser en sus primeros tiempos.
Las bóvedas de aristas, divididas en cuatro tramos por cada galería, se recubrieron en el siglo XVII con nervios y decoración de yeserías barrocas, probablemente retocadas en el siguiente. Los parámetros laterales se subdividieron con recuadros destinados a contener exvotos o lienzos alusivos a leyendas marinas. Cuadros de mayores proporciones presidirían los altares de los ángulos.
Los elevados zócalos de azulejos que hoy admiramos pertenecen también a la transformación barroca del claustro. Son paños pequeños de azulejería de Triana fechados en 1640, uno conserva dicha fecha, y decorados con motivos de animales, humanos y heráldicos, destacando el escudo de armas de los Ponce de León, patrocinadores de esta obra en esa fecha. También entonces se cerraron los vanos de las arcadas que comunican con el descubierto del patio y se colocó a lo largo de las 4 galerías un apoyo corrido sobre el que posiblemente descansaran los pergaminos de los milagros acaecidos.
El otro elemento más antiguo conservado es una elegante ventana geminada practicada en el muro que comunica este patio con la antesala capitular. Es un bello ajimez compuesto de doble arco tupido, de herradura apuntada, encuadrado en sendos alfices y apeado en semicolumnas laterales y parteluz central de capiteles tosco con motivos vegetales.
Recuerda modelos mozárabes y hay quien no descarta una posible filiación tartovisigótica. En cualquier caso, su presencia en este monasterio atestigua la antigüedad del mismo.
Aun de tiempos más remotos parece ser unos sótanos abovedados anejos al claustro. De ellos se conserva uno que posiblemente pertenezca a la primitiva fortaleza. Del resto de las dependencias y elementos más o menos artísticos del monasterio destacamos la gran escalera imperial que comunica la entrada con el piso superior del claustro, ambos debidos a la remodelación del siglo XVIII.
La antigua portada del convento agustino, elegante y sabiamente ornamentada en jambas y dintel, con frontón curvo partido para alojar un escudo hoy perdido y la fecha de finalización de las obras, 1640, y el llamado Patio Real , formado al añadir a la fachada abierta al arenal oficinas y otras dependencias, hospedería y caballerizas que acabarían por cerrarlo y hoy comunicado con el claustro medieval mediante la citada portada barroca.
El Santuario en el siglo XX.
El impulso definitivo del santuario arranca con la llegada de los franciscanos en 1882, y dada las necesidades cada vez más imperiosas para dar culto a la Patrona de Chipiona, provocan que la reducida ermita sea insuficiente para atender la masiva afluencia de peregrinos. Será a fines del siglo XIX, concretamente en 1889, cuando aquélla comience a transformarse en una amplia iglesia. El proyecto inicial de esa reconstrucción tarda en hacerse realidad ante el elevado coste de las obras. Así, hasta el 1904 no se derriba el viejo santuario y se coloca la primera piedra del nuevo, que estará finalizado, salvo el campanario, en 1906. El estilo elegido es el neogótico.
Del 1942 data la construcción del Seminario y del 1947 la renovación del Humilladero, que nos recuerda la legendaria aparición de la Virgen de Regla.
Aspecto exterior de la iglesia.
Ya hemos comentado que sustituye a la medieval y que sus obras se realizaron entre 1904 y 1906. Las trazas se deben a Fray José Rodríguez y al arquitecto Antonio Arévalo.
El estilo elegido para la reconstrucción fue el neogótico . Se trataba de un anacronismo por las fechas de construcción, pues este estilo hizo furor en Europa entre 1830 y 1875 y fue sustituido en muchas regiones por el Modernismo . Para la Orden Franciscana debió parecerle más en concordancia con el espíritu religioso.
Esto suponía la renovación de los principios del gótico y lo que ello conllevaba: cierto carácter romántico y, sobre todo, una vuelta a la fe y espiritualidad medieval perfectamente representadas en ese estilo con su predominio de la verticalidad. Suponía también una corriente histórica surgida como alternativa al neoclasicismo, especialmente en edificios religiosos.
Como características de este neogótico aplicables al santuario de Regla destacamos éstas: intentos de fusionar la belleza formal con la lógica constructiva, un aire noble y transparente aún a costa de perder fuerza creadora, la imitación de elementos arquitectónicos y decorativos, a veces sin necesidad estructural, entusiasmo por el arco apuntado, tracerías, nervaduras, rosetones, agujas, etc., de raigambre góticas.
De sus fachadas sobresale la oriental , correspondiente a los pies del templo. En ella destaca, imponente su portada compuesta por tres calles verticales.
Además de estas dos calles, la componen también dos cuerpos horizontales. Todos los elementos compositivos y ornamentales recuerdan, como decimos al gótico: arcos ojivales en puertas y ventanas, gablete central en aquélla, rosetón, contrafuertes con pináculos y agujas, etc. Destaca airosa la torre campanario con campanas entre vanos apuntados y remate piramidal calado.
En las fachadas laterales sobresalen los contrafuertes y sus pináculos entre las nueve ventanas geminadas abiertas sobre las naves laterales. El ábside repite el mismo esquema arquitectónico de macizos y vanos y la austeridad ornamental del resto.
Del exterior, además de la iglesia, conviene citar en la sencilla fachada oriental del monasterio propiamente dicho la portada compuesta por dos pilastras y una cornisa enmarcando el vano de medio punto que sirve de ingreso. Sobre ésta, la inscripción de "Año 1889" y el escudo franciscano.
Su interior
Pasando a su interior, observamos que se trata de un templo de tres naves, con la central más ancha y alta que las laterales. En su alzado destacan los pilares fasciculados que soportan los nervios de las bóvedas de crucería en las tres naves. El presbiterio se cubre con bóveda sexpartita mediante 4 arquillos apuntados que comunican ésta con las tribunas colocadas sobre las naves laterales aprovechando las diferentes alturas entre ambas. Todo el espacio interior de la iglesia se encuentra compartimentado en tramos, ocupando los dos traseros la entrada por los pies y el coro alto.
Todos los retablos, altares e imágenes veneradas son actuales, de escaso merito artístico y gran devoción popular. Debemos hacer, no obstante, un par de excepciones: la talla del Sto. Cristo de la Humildad y Paciencia, y por supuesto, Santa María de Regla, que preside el altar mayor del santuario.
Las vidrieras repartidas por toda la iglesia son de los años 50 de nuestro siglo y representan imágenes marianas bajo distintas advocaciones. Destacan también dos barcos lampareros de plata ante el altar mayor y un ó rgano de 21 registro en el coro alto.
El camarín decorado de pinturas neobarrocas al fresco, el adamascado de los muros, algunos jarrones japoneses y los cuadros alusivos a la legendaria aparición de la Virgen de Regla, debidas a Juan Laffita, pintado en 1933.
Orígenes del Monasterio y evolución Histórica.
Para realizar una aproximación histórica al Santuario de Regla es preciso remontarse a los comienzos del siglo XIV. En 1303, fecha de la que arranca el patronazgo de los Ponce de León sobre este monasterio. La hija de Alonso de Guzmán, Isabel, recibe como dote en su matrimonio con Hernán Pérez Ponce de León, las villas de Rota y Chipiona, y ésta con la fortaleza de Regla y su ermita. Pero será a finales de esta centuria, en abril de 1399, cuando se feche la fundación del Monasterio de Santa María de Regla: la "Carta de Donación" por la que D. Pedro de León cede a Fray Gonzalo de Córdoba la ermita donde estaba la Virgen, probablemente a cargo de mojes agustinos desde hacía tiempo.
El número de religiosos que albergaban crecía con el paso del tiempo y las necesidades devocionales de la villa también. Esto motivó que a mediados del siglo XV y bajo el patronazgo del Duque de Arcos, D. Rodrigo Ponce de León, el edificio se ampliara. A la pequeña iglesia de tres naves (con orientación opuesta a la actual) se añadió por su lateral izquierdo un patio mudéjar abierto (el llamado actualmente de los Plátanos) emplazado sobre el antiguo patio de armas del castillo. De esta centuria conocemos el nombre del cantero, Juan de Porras, relacionado con las obras del refectorio. Asimismo tenemos constancia del auge devocional del santuario.
Durante los siglos XVI y XVII, se construyó un patio en la fachada abierta al arenal para hospedar a peregrinos y se habilitaron caballerizas para animales. También se modificó el claustro mudéjar: yeserías cubriendo sus bóvedas y exvotos, y cuadros devotos decoraron sus muros laterales. El cierre de este claustro fue tarea posterior, así como su revestimiento con azulejos en las cuatro galerías.
El último cuarto del siglo XVIII el monasterio sufre una remodelación que afecta, entre otras obras, a la construcción del piso superior del claustro y la escalera principal.
En esta centuria se funda una Casa de Estudios a cargo de la Orden Agustina, pero también hay que citar algunos reveses sufridos por el monasterio. Por ejemplo, a los asaltos corsarios del siglo anterior hay que añadir ahora las amenazas de la escuadra inglesa y los destrozos provocados por el maremoto de 1.755. Y a los legados de los Duques de Medina Sidonia y Arcos del siglo XVII le sucede una etapa de declive de donativos nobiliarios, en contraste con el incremento del fervor popular y la vitalidad devocional que experimenta el santuario.
A lo largo del siglo XIX atraviesa penosas circunstancias históricas entre las que destacamos los desperfectos y expolios a raíz de la invasión francesa de 1.808 y la exclaustración de los monjes agustinos en 1835 tras la desamortización de Mendizábal. La propiedad del edificio y todos sus bienes.
Aspectos Artísticos
Los restos más antiguos conservados pertenecen al primitivo claustro conocido actualmente como Patio de los Plátanos. Corresponde a la época dorada de los Ponce de León y puede ser fechado a mediados del siglo XV. Es de estilo gótico-mudéjar y en su primitiva traza contemplaba una única planta. Las galerías se abrían mediante arcos apuntados que apeaban en pilares entre contrafuertes y las cubiertas de los corredores se solucionaban con bóvedas de aristas. El pavimento, de losas de Tarifa, se conserva desgastado y el centro se ubica una aljibe fechado 1460 sobre el que en el siglo XVII se colocó un pedazo de brocal italiano. La originaria austeridad de este claustro sintonizaba perfectamente con la desornamentación propia de un santuario fortificado como debió ser en sus primeros tiempos.
Las bóvedas de aristas, divididas en cuatro tramos por cada galería, se recubrieron en el siglo XVII con nervios y decoración de yeserías barrocas, probablemente retocadas en el siguiente. Los parámetros laterales se subdividieron con recuadros destinados a contener exvotos o lienzos alusivos a leyendas marinas. Cuadros de mayores proporciones presidirían los altares de los ángulos.
Los elevados zócalos de azulejos que hoy admiramos pertenecen también a la transformación barroca del claustro. Son paños pequeños de azulejería de Triana fechados en 1640, uno conserva dicha fecha, y decorados con motivos de animales, humanos y heráldicos, destacando el escudo de armas de los Ponce de León, patrocinadores de esta obra en esa fecha. También entonces se cerraron los vanos de las arcadas que comunican con el descubierto del patio y se colocó a lo largo de las 4 galerías un apoyo corrido sobre el que posiblemente descansaran los pergaminos de los milagros acaecidos.
El otro elemento más antiguo conservado es una elegante ventana geminada practicada en el muro que comunica este patio con la antesala capitular. Es un bello ajimez compuesto de doble arco tupido, de herradura apuntada, encuadrado en sendos alfices y apeado en semicolumnas laterales y parteluz central de capiteles tosco con motivos vegetales.
Recuerda modelos mozárabes y hay quien no descarta una posible filiación tartovisigótica. En cualquier caso, su presencia en este monasterio atestigua la antigüedad del mismo.
Aun de tiempos más remotos parece ser unos sótanos abovedados anejos al claustro. De ellos se conserva uno que posiblemente pertenezca a la primitiva fortaleza. Del resto de las dependencias y elementos más o menos artísticos del monasterio destacamos la gran escalera imperial que comunica la entrada con el piso superior del claustro, ambos debidos a la remodelación del siglo XVIII.
La antigua portada del convento agustino, elegante y sabiamente ornamentada en jambas y dintel, con frontón curvo partido para alojar un escudo hoy perdido y la fecha de finalización de las obras, 1640, y el llamado Patio Real , formado al añadir a la fachada abierta al arenal oficinas y otras dependencias, hospedería y caballerizas que acabarían por cerrarlo y hoy comunicado con el claustro medieval mediante la citada portada barroca.
El Santuario en el siglo XX.
El impulso definitivo del santuario arranca con la llegada de los franciscanos en 1882, y dada las necesidades cada vez más imperiosas para dar culto a la Patrona de Chipiona, provocan que la reducida ermita sea insuficiente para atender la masiva afluencia de peregrinos. Será a fines del siglo XIX, concretamente en 1889, cuando aquélla comience a transformarse en una amplia iglesia. El proyecto inicial de esa reconstrucción tarda en hacerse realidad ante el elevado coste de las obras. Así, hasta el 1904 no se derriba el viejo santuario y se coloca la primera piedra del nuevo, que estará finalizado, salvo el campanario, en 1906. El estilo elegido es el neogótico.
Del 1942 data la construcción del Seminario y del 1947 la renovación del Humilladero, que nos recuerda la legendaria aparición de la Virgen de Regla.
Aspecto exterior de la iglesia.
Ya hemos comentado que sustituye a la medieval y que sus obras se realizaron entre 1904 y 1906. Las trazas se deben a Fray José Rodríguez y al arquitecto Antonio Arévalo.
El estilo elegido para la reconstrucción fue el neogótico . Se trataba de un anacronismo por las fechas de construcción, pues este estilo hizo furor en Europa entre 1830 y 1875 y fue sustituido en muchas regiones por el Modernismo . Para la Orden Franciscana debió parecerle más en concordancia con el espíritu religioso.
Esto suponía la renovación de los principios del gótico y lo que ello conllevaba: cierto carácter romántico y, sobre todo, una vuelta a la fe y espiritualidad medieval perfectamente representadas en ese estilo con su predominio de la verticalidad. Suponía también una corriente histórica surgida como alternativa al neoclasicismo, especialmente en edificios religiosos.
Como características de este neogótico aplicables al santuario de Regla destacamos éstas: intentos de fusionar la belleza formal con la lógica constructiva, un aire noble y transparente aún a costa de perder fuerza creadora, la imitación de elementos arquitectónicos y decorativos, a veces sin necesidad estructural, entusiasmo por el arco apuntado, tracerías, nervaduras, rosetones, agujas, etc., de raigambre góticas.
De sus fachadas sobresale la oriental , correspondiente a los pies del templo. En ella destaca, imponente su portada compuesta por tres calles verticales.
Además de estas dos calles, la componen también dos cuerpos horizontales. Todos los elementos compositivos y ornamentales recuerdan, como decimos al gótico: arcos ojivales en puertas y ventanas, gablete central en aquélla, rosetón, contrafuertes con pináculos y agujas, etc. Destaca airosa la torre campanario con campanas entre vanos apuntados y remate piramidal calado.
En las fachadas laterales sobresalen los contrafuertes y sus pináculos entre las nueve ventanas geminadas abiertas sobre las naves laterales. El ábside repite el mismo esquema arquitectónico de macizos y vanos y la austeridad ornamental del resto.
Del exterior, además de la iglesia, conviene citar en la sencilla fachada oriental del monasterio propiamente dicho la portada compuesta por dos pilastras y una cornisa enmarcando el vano de medio punto que sirve de ingreso. Sobre ésta, la inscripción de "Año 1889" y el escudo franciscano.
Su interior
Pasando a su interior, observamos que se trata de un templo de tres naves, con la central más ancha y alta que las laterales. En su alzado destacan los pilares fasciculados que soportan los nervios de las bóvedas de crucería en las tres naves. El presbiterio se cubre con bóveda sexpartita mediante 4 arquillos apuntados que comunican ésta con las tribunas colocadas sobre las naves laterales aprovechando las diferentes alturas entre ambas. Todo el espacio interior de la iglesia se encuentra compartimentado en tramos, ocupando los dos traseros la entrada por los pies y el coro alto.
Todos los retablos, altares e imágenes veneradas son actuales, de escaso merito artístico y gran devoción popular. Debemos hacer, no obstante, un par de excepciones: la talla del Sto. Cristo de la Humildad y Paciencia, y por supuesto, Santa María de Regla, que preside el altar mayor del santuario.
Las vidrieras repartidas por toda la iglesia son de los años 50 de nuestro siglo y representan imágenes marianas bajo distintas advocaciones. Destacan también dos barcos lampareros de plata ante el altar mayor y un ó rgano de 21 registro en el coro alto.
El camarín decorado de pinturas neobarrocas al fresco, el adamascado de los muros, algunos jarrones japoneses y los cuadros alusivos a la legendaria aparición de la Virgen de Regla, debidas a Juan Laffita, pintado en 1933.
Ciudades cercanas:
Coordenadas: 36°43'45"N 6°26'16"W
- Centro 26 km
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