La Calabria (San Isidro)

Argentina / Buenos Aires / San Isidro
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Coordenadas:   34°28'19"S   58°31'34"W

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  • ASI FUE MI INFANCIA EN MI QUERIDO SAN ISIDRO Por Sara Agrelli de Sanchirico New York, Queens, Estados Unidos Nací y me crié en la ciudad de San Isidro. La casa de mis padres estaba ubicada en la calle Intendente Becco, entre Diego Palma y Tres de Febrero. Mi barrio era muy similar a los demás, con gente de clase media. La mayoría eran descendientes de italianos o españoles; unas personas trabajadoras y muy serviciales. Vivíamos rodeados de parientes: abuelos, tíos, primos; todos cercanos a nosotros. Bastaba cruzar enfrente o caminar una cuadra y ya estábamos en la casa de alguno de ellos. Quizás por eso mi infancia estuvo tan llena de afectos, de atención prodigada por los parientes y los vecinos más allegados. En la esquina de Diego Palma e Intendente Becco estaba la juguetería del Sordo Pepe. Era la más importante de nuestro barrio, o quizás la única, porque solamente podía competir con la de la calle Belgrano, en pleno centro comercial de San Isidro. Un fin de año quiso la fatalidad que se produjera un incendio, debido a que además de juguetes vendía pirotecnia. Pero gracias a la espontánea y rápida ayuda de los vecinos, se impidió que el fuego se propagara totalmente. Todo el barrio cooperó, uniéndose y ofreciendo mano de obra gratuita. Trabajaron tan eficazmente que antes del día de reyes, la juguetería volvió a abrirse, para alegría de todos los chicos. Y entre tantos recuerdos, no quiero pasar por alto lo importante que eran los festejos del Santo Patrono, San Isidro Labrador, el 15 de mayo, en la plaza frente a la Iglesia (más tarde Catedral). Allí, se organizaban kermeses. Al igual que los carnavales, aquellas se transformaban en una fiesta muy popular y esperada. Hablando de los carnavales, las carrozas, murgas y mascaritas se lucían sobre la avenida Centenario. Por las noches, a través de los parlantes, se escuchaba la música de las orquestas contratadas por el Club Acassuso (que organizaba los bailes). En los aniversarios de las fiestas patrias teníamos los tradicionales desfiles, encabezados por el destacamento de policía montada, que ocupaban un edificio sobre la calle Diego Palma. También asistían el conjunto folklórico El Lazo, las escuelas, el Intendente municipal y otras autoridades. Mi escuela primaria fue la N°2, que estaba en la calle Don Bosco. Un viejo edificio que cuando llovía había goteras por todos lados. En 1949 comenzó la construcción de la nueva escuela. Parte del alumnado fue trasladado al Club Acassuso y más tarde a un edificio de madera ubicado en la calle Alsina, casi enfrente de la comisaría. Personalmente, tuve la suerte de estrenar la nueva escuela, José de San Martín, en mi último año escolar. Todos los chicos estábamos fascinados por lo hermosas y modernas que eran sus aulas. El salón de actos parecía un cine. ¡Qué envidia para el viejo cine Palace, que quedaba detrás de la estación y que se estaba cayendo a pedazos! San Isidro cuenta con muchos lugares históricos y con paisajes hermosos, como los Tres Ombués, donde se aprecia una vista panorámica del Río de la Plata. También están el museo Pueyrredón y la plaza Mitre, con su reloj de flores frente a la Catedral, donde los fines de semana está la feria Artesanal. Pero tampoco me olvido del famoso club CASI, el club Náutico, el aristocrático barrio de Las Lomas y el clásico hipódromo, que antiguamente era el lugar ocupado por pequeñas chacras, las barrancas que desembocan en las vías del tren del bajo, donde actualmente transita el tren de la Costa. En diciembre de 1948, en la barrera de Sáenz Peña y las vías del tren del bajo (como se lo llamaba entonces), un tren destruyó un camión lleno de gente que se dirigía a la costa del río de la Plata a pasar un día de excursión. Lo recuerdo muy claramente a pesar de que era chica, porque en ese camión iba un compañero de la escuela, Saúl, que perdió un brazo. Volviendo al barrio, recuerdo al loco Felix, que no se perdía ningún entierro. No bien se enteraba de que alguien había pasado a mejor vida, avisaba enseguida a la Casa Andaluz, que se ocupaban de los funerales. Cuando mi tío Amadeo le preguntaba: “¿Cuándo te toca a vos, Felix? él muy serio y entrecortadamente contestaba: “Yo voy a quedar para semilla.” Otro personaje era Tilín-Tilín, como lo llamábamos a un jardinero que pasaba cargando sus herramientas al hombro, mientras repetía incesante su característico “Tilín-Tilín”. Los chicos nos reíamos con su paso, ya que nos causaba mucha gracia cuando hacía todo tipo de sonidos guturales con su garganta. Recuerdo los vendedores ambulantes ofreciendo sus mercaderías, los carros que transportaban verdura fresca, los canastos de mimbre, los lecheros que en la madrugada repartían la leche, los afiladores que pasaban una vez por semana, los colchoneros que desenredaban la lana de los colchones viejos y los que recogían las botellas y los muebles. En épocas navideñas era común ver al vendedor de pavos. Incluso, recuerdo que los animales iban sueltos en medio de la calle, alborotando con sus graznidos. Por ese entonces, se acostumbraba llevarlos a cocinar a las panaderías, al igual que los lechones. En los días de verano, casi siempre en la hora de la siesta, solían aparecer las gitanas, con sus vestidos de vivos colores, recargadas de pulseras y collares. Golpeaban insistentemente las puertas de las casas para leer las manos de las señoras, adivinarles la suerte o echarles las cartas. Casi siempre las espantaban a los gritos, entonces, ellas les echaban una maldición. También aparecía el clásico circo que se instalaba en un baldío y luego recorría el barrio, anunciando por un altoparlante el día de la inauguración. En el trayecto, desfilaban algunos integrantes del espectáculo: payasos con pelucas de colores y zapatones inmensos, algunos montados en diminutas bicicletas de una sola rueda. También desfilaban malabaristas, enanos y domadores. Todos saludaban, mientras los chicos aplaudíamos entusiasmados. ¡Qué época! Con lo poco que nos divertíamos… ir a la plaza Alsina a hamacarnos o subirnos al sube y baja, dar unas vueltas en la calesita que estaba en la calle Belgrano, frente a la zapatería de Grimoldi; o tomar un helado en la heladería Paco. Todo hecho con mucho cuidado, yendo de la mano de mi hermana, sobre todo al cruzar las vías del tren y la avenida Centenario, que daba vuelta a la garita del vigilante que dirigía el tránsito. Cosas sencillas, con una ingenuidad tan pura como poner los zapatitos en la víspera de Reyes y no olvidarnos de dejarles agua y pastito para los camellos. Ya de adolescente, mis paseos con Marta por el barrio Aguirre. Nuestras charlas interminables, cuando íbamos de paseo con sus padres a ver las carreras de bicicletas en el circuito KDT. Recuerdo al Paraná de las Palmas, El Cazador, o cuando íbamos a tomar mate en el Tigre, frente al Club de Remos. Todos, momentos que no se olvidan a pesar del tiempo transcurrido. Como cuando iba a ver los partidos de basquet que organizaba el Club Acassuso. Emocionantes torneos en los que competían con equipos de localidades vecinas. Cuando tenía trece años, se formó un equipo femenino de basquet integrado por mis amigas: Gladys Gastaldi, Olga Coronel, la Negra Cirimarco, Chela y otras que ya se me borraron sus nombres de mi memoria. Casi siempre perdíamos, pero al menos hacíamos ejercicio y nos divertíamos. Así fue mi infancia y adolescencia en mi querido barrio de San Isidro. Hoy, a miles de kilómetros, no dejo de recordar esos años con nostalgia. Igual que a las personas que han partido, pero que seguirán siempre vivas en mi corazón. Fuente: http://lacalabriadesanisidro.blogspot.com.ar/
Este artículo fue modificado por última vez hace 12 años