Casa de Castagnino (Buenos Aires)
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histórico, Edificio histórico
Aquí vivió el artista Juan Carlos Castagnino (1908-1972)
Esta casa, que data desde fines del siglo XVII, funcionó como correo en la época de Rosas y formó parte de la primera Capitanía de Puertos. Luego de la epidemia de la fiebre amarilla pasó a ser una casa de inquilinato.
A decir verdad, se transformó en un conventillo y los Castagnino la compraron con el compromiso de que las personas que lo habitaban se irían a otro lado. Esa gente fue indemnizada tal como se prometió́. La adquisición del inmueble por parte del pintor coincidió́ con la época en la que estaba la demolición para construir la avenida 9 de Julio, por lo que pudo conseguir muchas cosas de época para mantener el estilo arquitectónico.
“La casa se mantuvo tal cual estaba. Papá construyó su taller encima, pero sin tocarla” cuenta Álvaro Castagnino, hijo de Juan Carlos, el primer ilustrador de una de las mayores obras de la literatura gauchesca argentina, el Martín Fierro, alumno de Lino Spilimbergo y amigo de Antonio Berni, Enrique Lázaro y del mexicano David Alfaro Siqueiros.
Y vaya si se mantuvo como estaba: si cuando se traspasa el marco de esa antigua puerta de roble, que parecería custodiar a la eternidad, se siente que el tiempo no es una abstracción, una mera categoría con la cual entretenerse en los ribetes del pensamiento: se hace físico y muestra, tal vez, su rostro más imponente.
Las pocas veces que la casa fue “retocada” fue tratada como una literal restauración: se respetaron sus materiales como la cal, el barro y los ladrillos. Dieciocho habitaciones, dos patios y un jardín en el cual se mezclan esculturas italianas y una vegetación que, con marcado entusiasmo, intenta llevarse el protagonismo de los colores: una copia de la Venus del Delfín –que J.C Castagnino tenía en su taller–; el retoño de una vieja higuera; una escultura de Falciani; un alcanfor, conocido como el árbol santo.
A la espalda, el bello mirador que da a Paseo Colón, de aproximadamente doce metros de ancho y que se encuentra a una altura de ocho metros con respecto al nivel de la calle, deja imaginar que sus primeros habitantes pueden haber sido contrabandistas, ya que las aguas del Río de La Plata llegaban hasta aquí́.
En 2007, hasta el 28 de octubre, Mariana Castagnino, Juan Gasparini y Eduardo López llevaron allí́ el Museo Libertino, un espacio creativo del erotismo, pensando al barrio y a esa casona como un buen lugar para un museo “progresista”.
Actualmente, en la Casa Castagnino funciona la galería de Álvaro, quien se dedica, desde siempre, a trabajar con obras de artistas argentinos. No está́ abierta al público, aunque sí lo estuvo durante un periodo de cinco años, entre 1984 y 1989.
“Fue una apuesta difícil haber abierto la galería aquí́ en esos años. No anduvo bien, me tuve que volver a la calle Florida, que era donde estaba. Ahora estoy pensando volver a abrirla nuevamente”, sentencia el hijo de uno de los pintores más importantes de la historia argentina.
Fuente: elsoldesantelmo.wordpress.com, detallesdebuenosaires.blogspot.com
Esta casa, que data desde fines del siglo XVII, funcionó como correo en la época de Rosas y formó parte de la primera Capitanía de Puertos. Luego de la epidemia de la fiebre amarilla pasó a ser una casa de inquilinato.
A decir verdad, se transformó en un conventillo y los Castagnino la compraron con el compromiso de que las personas que lo habitaban se irían a otro lado. Esa gente fue indemnizada tal como se prometió́. La adquisición del inmueble por parte del pintor coincidió́ con la época en la que estaba la demolición para construir la avenida 9 de Julio, por lo que pudo conseguir muchas cosas de época para mantener el estilo arquitectónico.
“La casa se mantuvo tal cual estaba. Papá construyó su taller encima, pero sin tocarla” cuenta Álvaro Castagnino, hijo de Juan Carlos, el primer ilustrador de una de las mayores obras de la literatura gauchesca argentina, el Martín Fierro, alumno de Lino Spilimbergo y amigo de Antonio Berni, Enrique Lázaro y del mexicano David Alfaro Siqueiros.
Y vaya si se mantuvo como estaba: si cuando se traspasa el marco de esa antigua puerta de roble, que parecería custodiar a la eternidad, se siente que el tiempo no es una abstracción, una mera categoría con la cual entretenerse en los ribetes del pensamiento: se hace físico y muestra, tal vez, su rostro más imponente.
Las pocas veces que la casa fue “retocada” fue tratada como una literal restauración: se respetaron sus materiales como la cal, el barro y los ladrillos. Dieciocho habitaciones, dos patios y un jardín en el cual se mezclan esculturas italianas y una vegetación que, con marcado entusiasmo, intenta llevarse el protagonismo de los colores: una copia de la Venus del Delfín –que J.C Castagnino tenía en su taller–; el retoño de una vieja higuera; una escultura de Falciani; un alcanfor, conocido como el árbol santo.
A la espalda, el bello mirador que da a Paseo Colón, de aproximadamente doce metros de ancho y que se encuentra a una altura de ocho metros con respecto al nivel de la calle, deja imaginar que sus primeros habitantes pueden haber sido contrabandistas, ya que las aguas del Río de La Plata llegaban hasta aquí́.
En 2007, hasta el 28 de octubre, Mariana Castagnino, Juan Gasparini y Eduardo López llevaron allí́ el Museo Libertino, un espacio creativo del erotismo, pensando al barrio y a esa casona como un buen lugar para un museo “progresista”.
Actualmente, en la Casa Castagnino funciona la galería de Álvaro, quien se dedica, desde siempre, a trabajar con obras de artistas argentinos. No está́ abierta al público, aunque sí lo estuvo durante un periodo de cinco años, entre 1984 y 1989.
“Fue una apuesta difícil haber abierto la galería aquí́ en esos años. No anduvo bien, me tuve que volver a la calle Florida, que era donde estaba. Ahora estoy pensando volver a abrirla nuevamente”, sentencia el hijo de uno de los pintores más importantes de la historia argentina.
Fuente: elsoldesantelmo.wordpress.com, detallesdebuenosaires.blogspot.com
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