Batalla de Medellín

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Relevado del mando del ejército de Extremadura el general Galluzo, que se había retirado a Zalamea, por D. Gregorio de la Cuesta, avanzó este hasta Almaraz, de donde desalojó el 29 de enero a los franceses [en el ataque del puente, la artillería ligera consiguió ocupar, por un largo y penoso rodeo, unas alturas que lo dominan, desde cuyo punto apagó los fuegos de los cañones enemigos que defendían el paso, causando además graves pérdidas a los franceses].
El I cuerpo enemigo, compuesto de las tres divisiones de infantería de los generales Ruffin, Villatte y Lewal, o sea unos 14.500 hombres y además 4.200 caballos y 48 piezas de artillería, al mando del mariscal Victor, fue enviado por el rey José sobre Extremadura contra el ejército de Cuesta, con la orden de avanzar hasta Mérida por el camino de Toledo a Talavera de la Reina.
Cuesta cortó el soberbio puente de Almaraz el 14 de marzo en el momento en que iba a atacarlo el enemigo, situándose la división de vanguardia, al mando del general D. Juan de Henestrosa, frente a dicha villa; la 1ª división, a las órdenes del duque del Parque, en Mesas de Ibor; la 2ª, a las del general D. Francisco de Trías, en Fresnedoso, y él se estableció en la posición central de Deleitosa con la 3ª, a cargo del marqués de Portago; componían todas las fuerzas al mando de Cuesta unos 14 ó 15.000 hombres, con 2.000 caballos y 30 piezas de artillería. El 15 cruzaron el Tajo por el puente de Talavera los generales Lewal y Lassalle, y corriéndose por la orilla izquierda protegieron el paso del mariscal Victor con la división Villatte por el puente del Arzobispo, apoyada de cerca por el general Ruffin, y el duque del Parque fue atacado por fuerzas superiores, teniendo que abandonar el 18 sus posiciones después de un obstinado y sangriento combate, retirándose a Deleitosa, no sin disputar el terreno palmo a palmo. Entonces el general Cuesta ordenó la retirada general, que hubo de efectuar apresuradamente, si bien se llevó a cabo con mucho orden , por Trujillo, puerto de Santa Cruz, Miajadas [ la caballería de Lasalle iba picando constantemente la retaguardia española que mandaba el general Henestrosa, el cual consiguió escarmentar varias veces a sus perseguidores. El día 20 lanzó algunos escuadrones sobre el enemigo, pasado el desfiladero del Berrocal, y le causó más de 100 bajas; el 21, cerca de Miajadas, al descender del Puerto de Santa Cruz, habiendo observado que un regimiento de cazadores (el 10º) extremaba la persecución, hizo volver caras a los regimientos del Infante y dragones de Almansa, los cuales cargaron por un flanco, con tanto denuedo, a los escuadrones enemigos, que los acuchillaron y pusieron en fuga, causándoles en menos de diez minutos más de 150 bajas, con muy pocas pérdidas de su parte. Murió gloriosamente en dicha carga el alférez de Almansa D. Antonio Baeza.] y Medellín, hasta Villanueva de la Serena, en cuyo punto se incorporó el 27 la división del duque de Alburquerque, procedente del ejército de la Mancha. Con este refuerzo, que no llegaba a 4.400 hombres, creyó ya Cuesta oportuno aprovechar el fraccionamiento de las tropas de Victor en Mérida y Medellín, y en la mañana del 28 avanzó sobre esta villa resuelto a presentar batalla al enemigo.
El ejército español desplegó en línea formando una media luna de una legua de largo, por delante de Don Benito, desde la orilla del Guadiana hasta Mengabril, ocupando la izquierda la división de vanguardia y la primera; la segunda, el centro, y la tercera, con la del duque de Alburquerque, la derecha, bajo el mando del teniente general D. Francisco Eguía. El general en jefe se situó a la izquierda con la mayor parte de la caballería. Línea tan extensa resultó débil en extremo y más no teniendo a retaguardia reserva alguna.
A las once de la mañana del 28, los franceses, ya concentrados, se presentaron frente a la línea española, pasando el Guadiana por el puente de Medellín. Por espacio de algunas horas pelearon los españoles con intrepidez, sosteniendo admirablemente la acción, hasta el punto de hacer perder terreno al enemigo, obligándole a formar los cuadros y en masas compactas, con las que causó gran estrago la artillería; y nuestros soldados, confiando ya en la victoria, amenazaban a los franceses con no dar cuartel, asegurando que los campos de Medellín serían sepulcro de todos ellos; más un incidente inesperado, trocó en un momento el probable triunfo en la derrota más espantosa.
Próxima ya el ala izquierda a asaltar una batería enemiga de diez piezas, amagaron una carga sobre ella los dragones de Latour-Maubourg; salieron a contenerlos los regimientos de caballería de Almansa y del Infante y dos escuadrones de Cazadores imperiales de Toledo; mas volviendo de pronto grupas, se declararon en fuga desordenada. En vano el coronel de Jaén D. José de Zayas, que marchaba ya sobre la batería enemiga al frente de una columna de granaderos, apostrofa duramente a los fugitivos, tratando de contenerlos; en vano vuela a su encuentro el anciano general Cuesta para remediar tamaño desorden; todo es inútil; nuestros jinetes, turbados y ciegos por el pánico que les dominaba, arrollan a la infantería y al cuartel general atropellando al mismo Cuesta, que cayó derribado en tierra, pudiendo a duras penas volver a montar a caballo y salvarse; y los mismos que siete días antes se cubrían de gloria en Miajadas, huyen ahora descompuestos y embargados por el terror dejando abandonados a sus compañeros de armas al furor del enemigo, cuya caballería rompió pronto nuestra izquierda dispersándola completamente; el centro fue a su vez arrollado, quedando en el campo mortalmente herido el general Trías, y a la derecha, en la que se sostuvo algún tiempo el valeroso Alburquerque, se vio a su vez envuelta en la derrota general. Los dragones franceses, que se distinguían siempre por su ferocidad, vengaron con cruel saña a sus compañeros del 10º de húsares acuchillados en Miajadas, secundándolos en su obra de exterminio los demás cuerpos de caballería, que se cebaron en las bandadas de fugitivos que se veían por todas partes, y la infantería venía detrás rematando despiadadamente a bayonetazos a los heridos, recordando las amenazas de los españoles de no dar cuartel.
La matanza fue horrorosa [dice Toreno que algunos años después blanqueaban todavía los huesos de los que perecieron en los campos de Medellín, teatro de una de las jornadas más infaustas para las armas españolas]; las pérdidas se elevaron a más de 10.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, no llegando el número de éstos a 2.000 [contáronse entre los muertos el coronel de Cádiz D. Juan de Villalva y Angulo; el capitán D. Antonio Abaurre, que herido por una bala de cañón al principio del combate, murió a las pocas horas en Don Benito, y los oficiales de artillería capitán D. Francisco Rivespino y teniente D. Luis Mazuela.]; los franceses experimentaron unas 4.000 bajas, según un historiador de su nación, en las cinco horas que duró el combate. Los restos del ejército vencido se concentraron en Monasterio para cubrir el paso a Sevilla, asiento del gobierno supremo de la nación.
Los cuerpos que tan vergonzosamente habían huido fueron castigados por el severo general Cuesta, deponiendo de su empleo al coronel del Infante D. Joaquín Astrandi y a otros jefes y suspendiendo a los individuos de tropa del uso de una pistola. Esta arma les fue devuelta por orden de Cuesta de 11 de agosto del mismo año en Mesas de Ibor, después que volvieron por su honor, peleando valerosamente en la vanguardia, a que fueron destinados [dice el conde de Clonard que al final de la batalla se batió el regimiento de Almansa con heroísmo, sosteniendo la retirada de la infantería, por lo cual se le concedió el escudo de distinción, y que dicho cuerpo no usaba pistola. En la orden del general Cuesta devolviendo el uso de dicha arma a los cuerpos a quien se les había recogido, se incluye, sin embargo a los dragones de Almansa.
APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA
BATALLA DE MEDELLÍN.
Un cúmulo de circunstancias hicieron de esta batalla un hecho histórico singular, en el que el azar también contó con un papel destacado:
El nombramiento del General Cuesta fue debido a una imposición popular ejercida por el pueblo de Mérida para que tomase el mando del Ejército de Extremadura, cuando se encontraba aquél de paso por esta ciudad acompañando a la Junta Central en calidad de prisionero. La Junta Central, como consecuencia de la caída de Madrid, había salido rápidamente de Aranjuez y dirigía a Sevilla, por Mérida. El mismo presidente de la Junta Central, el Conde de Floridablanca, ante el temor de un motín de los ciudadanos de Mérida hubo de apoyar el nombramiento del general, al que poco antes había destituido, y relevar de su puesto al general Galluzo, que fue sometido a proceso sumario en Sevilla.
La inexplicable e insensata maniobra del mariscal Víctor cruzando el Guadiana y la fortuita avería de un carro de artillería cuando dio la contraorden a sus tropas de salir de Medellín. Siguiendo un ejemplo de cómo no debe cruzarse un río ante un enemigo próximo el mariscal Víctor cruzó el río por un sólo lugar (el estrecho puente de Felipe IV de Medellín, de 430 m de longitud) sin haber reconocido el terreno con detenimiento y quedando a merced del ejército español todo su ejército durante el todo el tiempo que tardara el paso. (VV.AA., 2001: 83). El propio Víctor reconoce su error ese mismo día a Vigo-Rousillón:
"Me quedé sorprendido, después de haber cruzado el Guadiana por el puente de Medellín, al ver a los españoles desplegados en batalla y en muy buen orden. La división alemana y la 3ª división ya estaban comprometidas. Di la orden de volver a repasar el puente, (pero) afortunadamente no se me obedeció y eso fue lo que proporcionó la victoria. Cuando comenzaba el movimiento de retirada un carro de artillería se averió en el puente y lo bloqueó. En este momento crítico el general Lasalle, al mando de la caballería, los coroneles Lacoste del 27 ligero, Mouton-Duvernay del 62, Combettet del 94 y Pecheaux del 95, tomaron ellos solos la decisión de marchar sobre el enemigo." En VV.AA. (2001: 85).
La marcha favorable de la batalla para las tropas del general Cuesta, hasta que dos regimientos (Almansa e Infante) y dos escuadrones de Cazadores Imperiales de Toledo inician un movimiento con poca decisión -aproximadamente en los altos de Retamosa-, se desordenan ante el batallón que se interpone en su camino e inician una huída a galope. De esta manera los dragones de Latour-Mabourg rompen la infantería y envuelven el ala izquierda española.
La tremenda crudeza de la batalla con las brutales cifras de heridos y muertos, aunque las estimaciones varían según los relatores entre 10.000 y 14.000 españoles. En cualquier caso se trató de una auténtica carnicería, en la que las distintas fuentes francesas intentan justificar la masacre llevada a cabo por la caballería, acabando a bayonetazos con los fugitivos que intentaban ganar las montañas.
"... los franceses no hicieron prisioneros en veinticuatro horas. Así, todo el que fue capturado era fusilado o ametrallado contra la muralla de la iglesia de un pueblo llamado Don Benito." (Testimonio de Charles-Philipe de Preisac, noble francés herido y superviviente de la batalla, que participó en ella como capitán en el ejército español). En VV.AA. (2001: 98)
"De las 10.000 bajas estimadas en el ejército de Extremadura, solamente 1850 fueron prisioneros, el resto muertos o heridos rematados... Afortunadamente, por la tarde se desencadenó una impresionente tormenta que detuvo a la caballería francesa y salvó la vida de muchos más hombres". (VV.AA., 2001: 95)
"A la mañana siguiente, ... sobre el campo de batalla se veían muertos diseminados aquí y allá indicando solamente por su número, mayor en ciertos puntos, el emplazamiento de las líneas o de las columnas durante el combate, pero allí estaban, con toda la dureza del término, apilados unos sobre otros. De entre estos muertos se habían levantado unos 4.000 heridos que se habían reunido en Medellín y encerrado en una iglesia situada sobre una altura que dominaba la ciudad; les visité... y estos desgraciados me ofrecieron un aspecto deplorable; casi todos estaban heridos muy gravemente; no había nada para darles de comer, nosotros mismos careciamos de víveres. Durante varios días permanecieron sin otros socorros que los que pudieron darles algunos de nuestros cirujanos más compasivos". Girod de L'Ain, en VV.AA., 2001: 96)
"Ningún ejército español había sufrido, hasta entonces tantas bajas" (VV.AA., 2001: 99)
El importante significado de la batalla para el pueblo español. A pesar de su derrota, se consigue frenar de forma importantísima el avance del ejército francés hacia el sur. La incomunicación progresiva a que se ve sometido el mariscal jefe del I Cuerpo (el mariscal Víctor) le hace desistir de su avance hacia Sevilla o el Alentejo, de hecho se fortifica en Medellín y Mérida, y antes de tres meses -amenazado de nuevo por Cuesta en su frente Sur y por el ejército británico que remonta el Tajo desde Portugal-, tiene que retirarse primero hasta Almaraz y después hasta Talavera.
De hecho la Junta de Extremadura y la Junta Central comprenden el sacrificio al que habían llevado al ejército de Extremadura, procediéndose al revés que de costumbre, no sólo no destituyendo al General Cuesta sino que el mismo día 1 de abril se la promueve al empleo de Capitán General.
El papel de sublevación popular que despertó la sangrienta batalla. Esta consecuencia la dejamos en la pluma del mariscal francés Jourdan:
"En otras partes de Europa, dos batallas como las de Medellín y Ciudad Real habrían llevado a la sumisión de los habitantes y los ejércitos victoriosos habrían podido continuar sus operaciones. En España era todo lo contrario: cuantos más reveses sufrían los ejércitos nacionales las poblaciones se mostraban más dispuestas a sublevarse y a tomar las armas. Cuanto más terreno ganaban los franceses su situación se volvía más peligrosa". En VV.AA. (2001: 85).
Tomás García Muñoz. (2004)
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